Buscar en la lógica la explicación a lo que está sucediendo en el PP es, en mi opinión, perder el tiempo. No me creo que la mayoría de los dirigentes del PP actuales o anteriores estén tan faltos de visión que no se den cuenta que este rumbo les lleva a la desaparición. Se juntan dos cosas: el PP ha traicionado la directriz que sus afiliados y votantes le dieron en los últimos tiempos y, por otra parte, intenta jugar a hacer seguidismo de la política del PSOE, pero sin los medios de éste. Los resultados de esa nefasta política se están viendo ya: abandono o expulsión de figuras representativas, indignación de los pocos medios de comunicación afines, y miles (e incluso, millones) de votantes que pueden haber decidido dejar de serlo en las próximas elecciones.
Las consecuencias a medio plazo pueden ser, precisamente, el rotundo fracaso electoral y, después, la decapitación de Rajoy y su equipo para dejar paso libre al candidato de PRISA, Gallardón.
Esta maniobra, la entronización de Gallardón, no puede haber sido consensuada con el PP, sino que le debe haber sido impuesta por algún poder “fáctico”, con el objetivo de no poner en peligro el cambio de régimen patrocinado conjuntamente por PSOE y nacionalistas. De esta manera, el PP gallardoniano llegaría al poder igual que Sagasta lo hacía con el consentimiento de Cánovas, que se turnaban consensuadamente y con una política igual en lo esencial. Es decir, llegaríamos a un bipartidismo consistente en dos partidos que, al margen de la cosmética social y la religiosa y “patriótica”, defienden lo mismo: el capitalismo, la oligarquía y, con ese sistema, la corrupción, la injusticia y la insolidaridad. Todo ello, prefacio de una dictadura barnizada de votos.
sábado, 24 de mayo de 2008
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